El llevaba prendido en sus ojos el color
de la tarde vacía,
su boca se movia,
pero sus ojos decian que la deseaba.
La deseaba e intentaba lamer sus pechos
con los ojos esos mismos ausentes de las
palabras.
Pensaba y se preguntaba, a que sabrían sus jugos?
o a que olería su piel?,
se preguntaba si podría navegar al tiempo,
que los llevaba por el deseo obscuro del rellano
inflamado de espera.
Ella sin esperar que cayera la noche,
sentía el frío de la tarde al terminar
el invierno,
mientras bullía su braga húmeda y palpitante
de pura envidia de la carne.
No habían ruidos, ni gentes ni autobuses
solo los pasos de cuatro pies humanos
animales y salados
desnudos y pálidos
que llevaban el apuro del encuentro
de cuerpos desnudos desatados.
Habían muchos dedos mas que los de siempre,
se había transformado en todo dedos
húmedos de orificios de bocas de clítoris
o de saliva exultante y difusa.
Por primera vez se amaban,
se prendían, se quemaban se encontraban
las células dispersas y fragantes
olian a ambos,
no podría distinguirse su rastro
tras la espesura, olian a animales condenados.
Pasaron las horas,
los orgasmos fluyeron uno tras otro
azules o rojos o naranjas,
solo ellos podian verlos,
entre versos aún no escritos en ninguna parte.
Desvestidos de mentiras, de engaños, de perfumes
o de algún maquillaje superfluo,
sólo el olor al jabón de caras lavadas,
de cicatrices de ella las del alma las de él.
Volverán a encontrarse entre pezones
exprimidos o pálidos pinceles de cuerda,
a nadie le importa eso,
sólo a ellos,
a intentar inventar de nuevo los sueños
mas calientes, los de ellos.
nina salinas
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