lunes, 10 de febrero de 2014

Maldita hoguera

Maldita de mi maldita,
maldito de ti maldito,
era sólo verse y salir corriendo,
llegar casi atropellados y quitarse la ropa,
sin saber de nada, de nadie sin mediar palabras,
solo las justas,
entonces con cuatro lenguas me sacabas de quicio
me cubrias toda de pegajosa miel de tu enjambre,
pedias mas a gritos, a susurros a lamentos,
y perdias tu serena estatura,
entre escombros de llanto,
tu y alguien que te esperaba,
yo y alguien que agonizaba por mi,
el silencio entre los dos,
nada se dijo, nadie lo supo,
solo que habia fuego y nos quemábamos.
llevo todo de ti para siempre auque no sean
mios tus amaneceres,
grato amante, enciendes mi piel,
y no hay quien la apague.


Nina Salinas.

Canto al espejo

Dos lunas en silencio,
dos cuerpos esperando,
insaciable como siempre,
mordiendo con su deseo intacto,
estúpida yo creyendo su por favor,
nada, yo pedia por favor despues de
cuatro temblores y sus sutnamis,
lamiendo todo lo que hubiera a su paso
su falo caliente, sus extremas fragancias
de su abrazo, a almizcle, canela, naranjas,
el sudor era uno sólo no se sabe cuanto,
y quien bebió el agua,
sólo se que me esperaba dormir muy tarde,
muy rota de piernas y caderas desmadejadas,
cuanto añoré aquella carne salada,
agreste, prieta y achocolatada,
entre brumas y sombras se hizo el alba,
ahora lejos de aquella isla despierto fria
y sola, sabiendo que sólo fué una vez,
y para siempre nada.

Nina Salinas.

Dame el infinito

La colcha sobre el desorden
los pies en la almohada
tú, urgentemente en mi boca,
despues de tantos dias soñados,
y luego entre pliegues jugosos
de fruta salada,
lloras en silencio,
mueves tus ojos enloquecidos
en la otra galaxia,
sin compasión muerdes el cuerpo amado
lo lames,
lo retuerces entre los dedos,
olvidando tu nombre y tu raza,
nada es distinto
el deseo nos iguala
sobre el eco de mi canto, de loba aullando
sobre tu hermoso cuerpo, vienes a mi
en grandes olas de sangre,
arrastrando mi cadáver vivo,
entre medio veo, tus grandes ojos mansos
que me invitan a morir en ese mismo instante.

Nina Salinas.

Derramando estrellas

Iba y venia
iba y venia
iba y venia
manos temblorosas
su boca de fuego en la espalda
su latido de tigre entre las piernas
 y entonces sucedía
derramaba todo el universo
en las caderas de alabastro
él, el trozo de ebano y seda
hecho ser humano.


Nina Salinas.