miércoles, 26 de noviembre de 2014

El poeta.

Entonces vino el poeta,
y se extasió de carne fresca,
era la suma de su afilada labia,
buscaba entre los escombros,
los pedacitos de vidrio, que reflejaban la luz en sus ojos,
harto de comer solo aderezos de trufa,
partió hacia la esfera digital, buscando,
tierna hierba silvestre, desplegó las mismas argucias,
mas de antemano se abrió de piernas el espliego,
furioso el castaño, se vistió de sombras,
y le hizo saltar el maxilar lejos,
contrahecho busco entre las ramas,
mas vino la noche y el sol se fue a dormir de repente,
sangraba arrepentido, en décimas
saltando sílabas inconclusas
se sabia dueño del mas perfecto diseño de anzuelo: su verso,
ay pobres féminas y castizos hombretones,
era el fuego que quemaba del poema.

Nina Salinas

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